miércoles, 30 de diciembre de 2009

Es miércoles (más bien era, hace unos 45 minutos), día de diario (aunque esté dentro de las fiestas navideñas sigue siendo día de diario y aunque mañana sea Nochevieja la mayoría de la gente trabaja mañana por la mañana), los precios no han bajado y las entradas para ir a ver Avatar han volado demasiado deprisa. Los cines han colgado hoy el cartel de 'No hay entradas'. Ni siquiera lo hicieron con Harry Potter o con Crepúsculo, ni con la reciente Luna Nueva... ¿Significará esto que el cine está volviendo a su auge y traerán más películas?


No caerá esa breva...

domingo, 20 de diciembre de 2009


Queridos Reyes Magos:

Este año no me he portado bien, lo reconozco. Incluso he fallado en lo único que no tenía que fallar (véase mis notas, aunque haya sido de manera involuntaria y me haya llevado una de las mayores decepciones de mi vida). Pero como otros años en los que me he portado mejor no he pedido nada y me debeis algunos regalos, esta vez voy a hechar mano de lo perdido y os voy a dar una oportunidad para recuperarlo. Así es que quiero la Réflex de la derecha (me es indiferente si en vez la Canon cae la Nikon, aunque la primera tiene un par de megapíxieles más). Por si os sirve de ayuda, hay por ahí pululando unas ofertillas que traen un gran angular y un teleobjetivo junto con el cuerpo de la cámara...
Yo simplemente lo dejo caer...

viernes, 18 de diciembre de 2009

Mi cuento de Navidad

La caldera de mi viejo apartamento se había vuelto a estropear, esta vez teniendo la mala suerte de caer en invierno. El vaho empezaba a envolver las ventanas y las manos y la nariz se me quedaban heladas.
Me levanté a por la manta eléctrica que estaba en el armario del pasillo, aquel que nunca abría, aprovechando que ponían una de esas estúpidas películas navideñas.
La manta estaba sin estrenar por la falta de necesidad, todavía metida en su bolsa y con parte del pepel de regalo que tanto le gustaba a mi madre. Cuando tiré de ella arrastré consigo una caja de madera con los bordes revestidos de cobre, como el cerrojo. Intenté devolverla a su sitio, pero no pude. Hacía años que no veía la caja, que no quería verla.
Buscando cuidadosamente en mi memoria polvorienta encontré la llave en un compartimento secreto en la parte posterior de la caja. Metí la llave en la cerradura y la giré despacio, con miedo a que el frágil mecanismo se rompiese. Al abrir la caja su olor inundó el pasillo. Su olor a papel de periódico viejo, a cenizas de la chimenea en noches de Reyes, a polvorones y a roscas de la abuela, a castañas asadas que calentaban las manos cuando las calderas eran un sueño que quedaba lejos. Olía a una infancia en la que aquel día de Navidad y los que la rodeaban significaban una excusa para reunir a la familia en casa alrededor del brasero y olvidarnos de todo lo que no estuviese allí, una excusa para seguir siendo niños una noche más.
Cuando quise darme cuenta estaba sentado en el suelo, encima de la manta, ojeando los papeles marchitos que contenían mis recuerdos de aquellas fechas: un envoltorio de polvorones, la etiquieta de anís, un recorte de periódico con el jueguete que quería, una castaña arrugada, una foto de familia ajada...
Era el día de Navidad y no iban a venir a arreglarme la caldera, pero el calor del brasero, de las cenizas de la chimenea y de las castañas asadas entró en el pasillo, avivando los recuerdos y la Navidad.

Esta última semana el tiempo me ha manejado a su antojo. Las manecillas del reloj se apresuraban a dar la hora siguiente, impidiéndome apurar los minutos que quedan para la hora señalada, para que una melodía de cuatro notas me diga que el tiempo se agota. Los minutos, las horas, los segundos, han corrido desesperadamente, en mi contra, atropellándose los unos a los otros.
¿Para qué?
Para luego llegar a una hora decisiva que se empeñó en no darnos tregua, donde lo menos pensado pasó tirando por la borda el esfuerzo que había hecho, nadando a contracorriente con el tiempo, para dejarme sin nada ante lo inminente.
Hubiese sido mejor no ver nada, absolutamente nada, y dejarlo todo para otra ocasión en la que nada se hubiese interpuesto.
Pero el tiempo estaba jugando en mi contra... Y ganó.

Inauguración

Hoy, día 18 de diciembre de 2009 queda inaugurado este blog, mi blog. La idea llevaba años (no exagero, años es la palabra exacta que busco) rondando mi cabeza, desde aquellos comienzos míos quizás a una edad demasiado temprana (aunque ahora con esa edad todo el mundo dispone de todas las redes sociales disponibles), pero siempre me había faltado una excusa para decidirme y dar el paso. Pero, citando a ese gran autor que es Pablo Neruda, sucede que a veces me canso. Me canso de esperar a que haya una excusa, de buscarla, de no encontrarla. Tal vez sea cierto aquello que decía Oscar Wide de que para escribir
sólo son necesarias dos cosas: tener algo que decir y decirlo.
Así es que sólo me queda ordenar todo lo que tengo que decir y expresarlo en este rinconcito al que espero poder venir con más o menos regularidad, siempre que esa cosa llamada 2º de bachillerato me lo permita.