miércoles, 10 de agosto de 2011

VERANOS QUE NUNCA LLEGAN

Aquel verano venía lleno de esperanzas, visiones de fiesta, calor y abrazos. Aquel verano era la primera libertad de tantas otras con música de discoteca de fondo y atrezzo de alcohol y luces de neón, de playas azules y arenas ardientes, de mañanas de sueños y noches de ojos a cielo abierto.

Aquel verano iba a ser nuestro, de todos, y de nadie más, de recuerdos del después, de ausencias invernales, de luces y de sombras que nunca llegamos a contar.

Aquel verano nos traía la brisa de la felicidad, con su sofocante calor, olor a locura con su aroma dulzón, fiestas sin ningún señor que guardar, baños en las fuentes de Nunca Jamás, peces de ciudad a los que atrapar en las dunas de los bares desiertos, colores en los volantes de la falda.

Aquel verano fue el de pasear a la luz de las farolas, de no pisar en casa ni para dormir, de cantar a pleno pulmón por la insurrección en las plazas, de borrar recuerdos sobre las ruedas gastadas de un Renault5 recorriendo de punta a punta la ciudad de la que siempre quisimos irnos.

Aquel verano las siestas brillaron por su ausencia, el calor lo pasamos en el agua bajo la mirada intempestiva del Sol, desafiándonos un día más a derretir el hielo de los polos con sólo mirar. Fue aquel verano el que juramos las promesas que un día cumplimos y las que nunca llegamos a prometer.

Y al final sólo quedó una botella de tinto con limón sin abrir, los puntos suspensivos que explicaban el antes y un suspiro que nunca tendría que explicar un después.