sábado, 28 de agosto de 2010

Siento...


...que el tiempo se me escapa. Parecía que esto no iba a llegar nunca. Pero aquí está, despuntando en el horizonte. Sé que cuando lleguemos a ese punto (la hora H del día D) nada volverá a ser como antes. Lo sé. Lo sabemos.
Sabemos también que nunca se me ha dado especialmente bien exteriorizar mis sentimientos. Nunca os he hablado de aquella voz cantando que se pasaba la vida contradiciendo a su corazón. Parecía descubrir lo que tanto había intentado ocultar.
Ya sabeis que me da miedo todo ese rollo de los sentimientos. Pero tarde o temprano va a cambiar. Debería daros las gracias por todo, pero sé que me vais a dar una respuesta de gracias por nada, no se las merece.
Como decía en otra ocasión, todo está cambiando. Y sin embargo tengo esa extraña sensación de retorno. Vuelvo a sentir aquello. Es la misma sensación que tuve al darme cuenta de que había cambiado y todavía no tenía la certeza de si era para bien o para mal. Es la misma angustia que tuve cuando se hizo patente que ya no iba a volver el tiempo perdido.
Pero quizás haya algo distinto esta vez. No hay tiempo perdido que recuperar. Simplemente hay momentos. Instantes petrificados, congelados: una risa, una lágrima, una copa, un acorde, una palabra, una mirada... Un sentimiento de complicidad que creí haber perdido aquella otra vez.
Pero vuelvo a sentir que lo pierdo y ahora me asalta la duda de que es mi culpa (no entiendo porqué siempre buscamos la culpa, aunque no importe, aunque ni siquiera exista). Quiero que el reloj se pare justo a la hora de la despedida. Quiero conservar la risa, la lágrima, la copa, el acorde, la palabra, la mirada y ese especial momento de complicidad. Quiero revivirlos una y otra vez. Quiero que sepais que os voy a echar de menos. Os voy a echar demasiado de menos.

jueves, 5 de agosto de 2010

Hace algunos minutos, he releido las primeras entradas del blog. Hará aproximadamente unos 8 meses desde que quedó inaugurado, con aquella promesa de entradas más o menos regulares, según 2º de Bachillerato lo permitiera.
A día de hoy, 6 de agosto, hay muchas cosas que han cambiado. Sobrevivimos a 2º de Bachillerato, con nuestros más y nuestros menos (véase todos aquellos profesores que tildamos de terroristas contra nuestra vida social y nuestro sueños), vimos amanecer junto con los amigos el día posterior a la graduación, sentados en una acera y con los pies doloridos por los tacones. Luego sobrevino aquel fatídico mes que decidimos tomarnos con calma para hacer un enorme repaso general de todo el curso, días enteros de biblioteca para enfrentarnos a la temina PAU, de la cual pendían todos y cada uno de nuestros planes de futuro. Aprendimos con ella a controlar aquellos nervios que nos traían de cabeza. Los resultados, no siempre satisfactorios, fueron acogidos con entusiasmo. Aquello supuso el pasaporte, aunque aún no era definitivo. Reclamaciones, preinscripciones en universidades de toda la geografía española. Algunos nos lo jugamos todo a una. "O es esa universidad, esa carrera, o me espera un gran año sabático."
Y a últimos del mes de julio, tras todo esto, esperamos las listas de admitidos. El pasaporte definitivo, el que cambiará nuestras vidas.
Mi pasaporte tenía dirección de Madrid, concretamente de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Periodismo. Por fin. Tras un año de dudas, el fracaso estrepitoso que se avecinaba se disipó del todo. Y ya no hay vuelta atrás, por mucha pena que nos vaya a dar alejarnos de todo y de todos.
El 4 de octubre, mi vida dará el giro radical que llevaba buscando desde hacía tanto.