...que el tiempo se me escapa. Parecía que esto no iba a llegar nunca. Pero aquí está, despuntando en el horizonte. Sé que cuando lleguemos a ese punto (la hora H del día D) nada volverá a ser como antes. Lo sé. Lo sabemos.
Sabemos también que nunca se me ha dado especialmente bien exteriorizar mis sentimientos. Nunca os he hablado de aquella voz cantando que se pasaba la vida contradiciendo a su corazón. Parecía descubrir lo que tanto había intentado ocultar.
Ya sabeis que me da miedo todo ese rollo de los sentimientos. Pero tarde o temprano va a cambiar. Debería daros las gracias por todo, pero sé que me vais a dar una respuesta de gracias por nada, no se las merece.
Como decía en otra ocasión, todo está cambiando. Y sin embargo tengo esa extraña sensación de retorno. Vuelvo a sentir aquello. Es la misma sensación que tuve al darme cuenta de que había cambiado y todavía no tenía la certeza de si era para bien o para mal. Es la misma angustia que tuve cuando se hizo patente que ya no iba a volver el tiempo perdido.
Pero quizás haya algo distinto esta vez. No hay tiempo perdido que recuperar. Simplemente hay momentos. Instantes petrificados, congelados: una risa, una lágrima, una copa, un acorde, una palabra, una mirada... Un sentimiento de complicidad que creí haber perdido aquella otra vez.
Pero vuelvo a sentir que lo pierdo y ahora me asalta la duda de que es mi culpa (no entiendo porqué siempre buscamos la culpa, aunque no importe, aunque ni siquiera exista). Quiero que el reloj se pare justo a la hora de la despedida. Quiero conservar la risa, la lágrima, la copa, el acorde, la palabra, la mirada y ese especial momento de complicidad. Quiero revivirlos una y otra vez. Quiero que sepais que os voy a echar de menos. Os voy a echar demasiado de menos.