sábado, 16 de octubre de 2010

Aún no sabía cómo, pero todo lo que hasta aquel momento constituía su corta existencia se iba a esfumar. Veía vestigios de una deformación. Lejanos avisos que perturbaban sus sueños.
Los rejoles iban demasiado deprisa. O demasiado despacio.
Todos decidían de la noche a la mañana darle la espalda a su mundo.
Y un día aparecía una pregunta. Y no había nadie para contestarla.
Todo fue tan rápido que nada mereció la pena para seguir buscando aquella respuesta.
Nada iba a frenar la caída de aquel todo tan inmenso y tan suyo del que no se despendería.
Apenas podía pensar con claridad. Le costaba respirar en aquella soledad aplastante sin nadie para compartirla. El aire pesaba cada vez con más fuerza. Una vez más inspiró. Y al espirar todo se tornó nebuloso, hasta la parcial y todavía por terminar de dibujar imagen de sí misma.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Reset

Hace cinco días que me he instalado en Madrid.
Hasta ahora mi vida se había limitado a viajar en compañía paterna, en compañía de amigos... En definitiva, a viajar en compañía. Mi vida transcurría sobre tierra. Podía cruzar mi ciudad andando y no tardar más de una hora. Sabía dónde tenía que ir en caso de alguna necesidad: dónde encontrar un hospital, una farmacia, una tienda de ropa, una librería, un supermercado... Cuando me apetecía un café bastaba con decirlo para estar en nuestra cafetería con un café con leche nunca del tiempo delante y hablar durante horas. O una guitarra y una cámara de fotos para pasar la tarde en un parque sin tan siquiera hablar.
Ahora viajo relativamente sola. Una hora de metro diaria. Mi vida transcurre bajo tierra, con las ratas (parafraseando al profesor de sociología), camino de la facultad. Las prisas de la hora punta están a la orden del día. La tarde entera sentada en un aula a través de cuyas ventanas sólo se ven edificios. La cafetería está lejos. La guitarra y la cámara las quedé en aquella ciudad pequeña que recorría diariamente a pie, sin prisas.
Volviendo a parafrasear al profesor de sociología, las vidas de todos cuantos hemos llegado a Madrid están en peligro de reseteo. Esta es la oportunidad que nos brinda la vida para rectificar. Aquí nadie sabe quiénes somos. Nadie sabe quiénes éramos. Es la hora del cambio.
Pero, ¿en qué medida podemos llevar a cabo ese reseteo? El tiempo, como siempre, pondrá todo en su lugar. O no...

sábado, 28 de agosto de 2010

Siento...


...que el tiempo se me escapa. Parecía que esto no iba a llegar nunca. Pero aquí está, despuntando en el horizonte. Sé que cuando lleguemos a ese punto (la hora H del día D) nada volverá a ser como antes. Lo sé. Lo sabemos.
Sabemos también que nunca se me ha dado especialmente bien exteriorizar mis sentimientos. Nunca os he hablado de aquella voz cantando que se pasaba la vida contradiciendo a su corazón. Parecía descubrir lo que tanto había intentado ocultar.
Ya sabeis que me da miedo todo ese rollo de los sentimientos. Pero tarde o temprano va a cambiar. Debería daros las gracias por todo, pero sé que me vais a dar una respuesta de gracias por nada, no se las merece.
Como decía en otra ocasión, todo está cambiando. Y sin embargo tengo esa extraña sensación de retorno. Vuelvo a sentir aquello. Es la misma sensación que tuve al darme cuenta de que había cambiado y todavía no tenía la certeza de si era para bien o para mal. Es la misma angustia que tuve cuando se hizo patente que ya no iba a volver el tiempo perdido.
Pero quizás haya algo distinto esta vez. No hay tiempo perdido que recuperar. Simplemente hay momentos. Instantes petrificados, congelados: una risa, una lágrima, una copa, un acorde, una palabra, una mirada... Un sentimiento de complicidad que creí haber perdido aquella otra vez.
Pero vuelvo a sentir que lo pierdo y ahora me asalta la duda de que es mi culpa (no entiendo porqué siempre buscamos la culpa, aunque no importe, aunque ni siquiera exista). Quiero que el reloj se pare justo a la hora de la despedida. Quiero conservar la risa, la lágrima, la copa, el acorde, la palabra, la mirada y ese especial momento de complicidad. Quiero revivirlos una y otra vez. Quiero que sepais que os voy a echar de menos. Os voy a echar demasiado de menos.

jueves, 5 de agosto de 2010

Hace algunos minutos, he releido las primeras entradas del blog. Hará aproximadamente unos 8 meses desde que quedó inaugurado, con aquella promesa de entradas más o menos regulares, según 2º de Bachillerato lo permitiera.
A día de hoy, 6 de agosto, hay muchas cosas que han cambiado. Sobrevivimos a 2º de Bachillerato, con nuestros más y nuestros menos (véase todos aquellos profesores que tildamos de terroristas contra nuestra vida social y nuestro sueños), vimos amanecer junto con los amigos el día posterior a la graduación, sentados en una acera y con los pies doloridos por los tacones. Luego sobrevino aquel fatídico mes que decidimos tomarnos con calma para hacer un enorme repaso general de todo el curso, días enteros de biblioteca para enfrentarnos a la temina PAU, de la cual pendían todos y cada uno de nuestros planes de futuro. Aprendimos con ella a controlar aquellos nervios que nos traían de cabeza. Los resultados, no siempre satisfactorios, fueron acogidos con entusiasmo. Aquello supuso el pasaporte, aunque aún no era definitivo. Reclamaciones, preinscripciones en universidades de toda la geografía española. Algunos nos lo jugamos todo a una. "O es esa universidad, esa carrera, o me espera un gran año sabático."
Y a últimos del mes de julio, tras todo esto, esperamos las listas de admitidos. El pasaporte definitivo, el que cambiará nuestras vidas.
Mi pasaporte tenía dirección de Madrid, concretamente de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Periodismo. Por fin. Tras un año de dudas, el fracaso estrepitoso que se avecinaba se disipó del todo. Y ya no hay vuelta atrás, por mucha pena que nos vaya a dar alejarnos de todo y de todos.
El 4 de octubre, mi vida dará el giro radical que llevaba buscando desde hacía tanto.

jueves, 13 de mayo de 2010

Cuento de un fracaso

¿Soñar? Soñar que vuelo, como Ícaro, con unas alas de cera hacia el Sol y, aunque sé que se derretirán, avanzo en el ascenso hasta la meta inalcanzable, que aunque inalcanzable es mía. En ese vuelo no tengo más ayuda que la que yo misma me pueda proporcionar batiendo esas enormes alas adosadas a mis brazos, intentando ser algo que no soy para ver el sueño más de cerca.Pero los rayos del astro padre caen sobre mi con más dureza que unos metros más abajo. Noto como el sólido se vuelve líquido y la cera se derrama en el suelo, yaa lejos, como el lacre cae en el sobre, teniendo la inminente certeza del cierre. El descenso comienza de manera tan brusca mientras yo, Ícaro en busca del sueño, soy cegada por ese Sol tan cercano ya. Cuando me doy cuenta, el suelo ya se cierne bajo mis pies, el Sol quedó lejos de nuevo y la caída al fin llegó, encima de los restos de cera que se fueron cayendo de mis brazos mientras contemplaba absorta la cercanía del triunfo.En la caída se despedazó todo: los huesos y las ganas de volver. Venderé los sueños por falta de motivos para reconstruirlos. Ya sé que cuanto más cerca está la meta más alta es la probabilidad de caída, más grande será el descenso y las heridas producidas por el choque.¿Para qué seguir? ¿Para qué soñar? Todos sabemos que Ícaro nunca llegó al Sol con sus alas de cera.

viernes, 30 de abril de 2010

La vida, en definitiva, se divide en dos: lo positivo y lo negativo.
En ocasiones no es que lo negativo sea más fuerte, sino que dejamos que ejerza más influencia que lo positivo.
Otras veces te das cuenta de que soñar merece la pena y que tal vez algún día despiertes de ese estado onírico y no sea tan doloroso como dicen.

miércoles, 24 de marzo de 2010

No existe el día perfecto

Después de lo que pasó hace unos meses y haciendo caso de los consejos que me dieron algunas personas mayores que yo (y, por consecuencia, aunque no sé hasta que punto, más sabias) decidí cambiar mi filosofía de vida. Según ellos, lo que yo me había procurado durante 17 años - que aunque no son muchos son todos los que puedo contar - estaba errado. Yo tenía la ligera sensación de ello, pero de toda la vida he tenido, también, la tendencia a negarlo. Al fin y al cabo a nadie le gusta equivocarse.
De esta manera, como digo, cambié mi forma de ver las cosas, al menos aparentemente. Pero echo algo de menos. La intensidad con la que antes vivía las cosas, por pocas que fuesen, se ha desvanecido. Llevaba unos dos o tres meses sin plantarme delante de un papel en blanco y llevar a él algo que saliese de mi propia imaginación. Desde hace dos o tres meses un papel en blanco sólo supone para mi un espacio a rellenar con unos conocimientos previamente adquiridos que borraré después en un tiempo record.
Las sensaciones que me aportaba el leer un libro antes del cambio no son las mismas ahora. Ahora lo cierro y siento que no ha pasado nada, que nada ha alterado mi subconsciente como lo hacia antes, hacíendome pensar sobre lo leído o intentando construir un final alternativo... Siento que mi empatía hacia las letras ha disminuído notablemente. A las pruebas me remito.
Pero hoy me he levantado y he tenido la sensación de que el cambio había sido para bien. Me he sentido segura de mi misma haciendo balance de lo acaecido en estos dos o tres meses. El fracaso sigue ahí, pero es menos estrepitoso (o tal vez me escandalice menos el hecho de una caída pequeña tras una grande). Hoy estaba resuelta a cambiarlo todo. Estaba dispuesta a saltarme las reglas. Si entro en el club, es con todas las consecuencias.
No me di cuenta de que esto era una recaída, una vuelta a la emoción y la intensidad que en el fondo echaba en falta. Y, por desgracia, la realidad siempre está ahí, acechando, esperando a que haya un momento de mínima seguridad y entereza para embestir y tirar al suelo a quien sea.
"Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento." Já. Permíteme carcajearme, Eleanor Roosvelt. Já.

miércoles, 3 de marzo de 2010


Ellos hicieron que una hora y media del pasado sábado (más bien domingo) se hiciese extremadamente corta. La próxima más y mejor (me quedé con ganas de Si amaneciera, para que os voy a engañar...).
Así es que, que nos volvamos a ver pronto, señores =D

sábado, 20 de febrero de 2010

La mejor manera de librarse de la tentación es...

... caer en ella.

Ahora mismo debería estar haciendo deberes, o estudiando, o leyendo los libros del Comité de Lectura... Pero me debía a mí misma una pequeña sesión de relax después de haberme examinado (dudo si con o sin éxito) de esa pedazo de tesis doctoral sobre Romeo y Julieta que los señores que preparan Selectividad tienen a bien preguntarnos... Todo esto antes de empezar a estudiar ese otro pedazo de examen de Historia que tengo que aprobar cueste lo que cueste.
Además... Hoy me sentía inspirada... No podía dejar pasar de largo a la tentación...
=)

viernes, 1 de enero de 2010

Querido Año 2010:

Ayer despedí el año 2009 y te di la bienvenida. Me da la sensación ahora de que la suerte y las uvas no tienen sentido, de que da igual empezar con el pie derecho o con el izquierdo. No he querido hacer recuento de recuerdos de este año que hemos dejado atrás y cuyo lugar has ocupado. No sé exactamente si ha sido el peor que puedo contar, pero sí uno de los más infames que recuerdo. Empezó bien. Tuvo sus cosas buenas, como aquel concierto, aquel libro, aquellas fotos, aquellas risas... Pero tengo la sospecha de que lo malo sobrepasa: las discusiones, las caídas, las lágrimas, los que este año no han podido comerse las tradicionales uvas...

Lo peor de todo esto es que de nuevo tengo la sensación de que nada va a cambiar y este año, 2010, vas a ser igual de desagradable que su antecesor.

Firmado: Yo, la negatividad.